Noche de ritos repetidos,
de diversión obligatoria
Más allá de mandatos religiosos,
de normas sociales
pre-establecidas,
de comercio in-justo y
descarado,
de hipocresía social ahogando
la tristeza.
Más allá de todo ello, digo,
queda lo que sí merece la pena
celebrar:
los afectos profundos y
sinceros,
la amistad, el compañerismo,
la sororidad,
el cariño que llega en forma
de imágenes y palabras,
las lágrimas, y las risas
compartidas,
la mirada ilusionada de una
niña,
la sonrisa de un niño,
la promesa de una nueva vida,
la capacidad de soñar,
los deseos, los sueños, las
utopías,
el ansia de justicia,
la valentía para continuar.
Por todo ello, levanto mi copa
y brindo en este solsticio de invierno,
(de verano en el otro
hemisferio
que todo es relativo)
y renuevo la esperanza en la humanidad