MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA


LA PERSPECTIVA DE GÉNERO QUE NOS FALTA 


Entre las diferentes noticias y artículos que cada día testimonian las múltiples violencias contra las mujeres, una me golpeó especialmente hace muy poco, en la revista digital Tribuna Feminista: “Declarada culpable una mujer por someter a una mutilación genital femenina a su hija de tres años en Londres”.
Y el primer párrafo aumenta la información:  “Un tribunal de Reino Unido ha declarado culpable este viernes a una mujer por someter a una mutilación genital femenina a su hija de tres años en la capital del país, Londres, mientras que su pareja ha sido absuelta en el caso”.
Continúo leyendo que la niña fue llevada al hospital por sus progenitores por sufrir una gran hemorragia, que intentaron atribuir a una caída en la cocina cuando intentaba alcanzar unas galletas.  Versión que la propia niña niega: “Más tarde, cuando la niña fue trasladada a un hogar de acogida, le contó a su tutora que la historia de sus padres era mentira y que había sido sometida a una ablación. “Ella dijo: ‘mi mamá y mi papá me abrazaban. La señora me cortó. Había sangre por todas partes'”.      https://tribunafeminista.elplural.com/2019/02/declarada-culpable-una-mujer-por-someter-a-una-mutilacion-genital-femenina-a-su-hija-de-tres-anos-en-londres/
Decido buscar directamente la noticia en la prensa británica y la encuentro en el ejemplar digital del 1 de febrero de un diario tan poco tachable de amarillismo como The Guardian, bajo el titular: Mother of three-year-old is first person convicted of FGM in UK  (Madre de (niña) de tres años es la primera persona condenada por Mutilación Genital Femenina en el Reino Unido).   https://www.theguardian.com/society/2019/feb/01/fgm-mother-of-three-year-old-first-person-convicted-in-uk
Inmediatamente viene a mi recuerdo una noticia leída hace varios años (más de una década) respecto al juicio de otra madre de origen africano juzgada en Francia por haber sometido a su hija a mutilación genital. Y de nuevo, navegando ahora en la prensa de habla francesa, encuentro otra noticia, ésta del 12 de julio pasado, sobre la condena de una madre somalí, residente en Ginebra, por haber permitido que se practicase mutilación genital a sus hijas cuando tenían entre seis y siete años. La acusada lo niega, alegando que fue su madre la que tomó la decisión mientras ella estaba ausente de la casa.

¿Por qué me golpean, repito, estas noticias?

 

La brutalidad de la mutilación genital que han sufrido las niñas es evidente. Ellas son las primeras víctimas, sin duda, podemos afirmar. Para añadir inmediatamente, que exactamente igual que lo fueron sus madres. Porque, aun cuando existan ya leyes que formalmente lo prohíban, culturalmente esta práctica injustificable sigue en vigor, porque las mujeres que no han sido sometidas a ella de niñas, van a ser rechazadas por la sociedad y, sobre todo, por los hombres que no querrán casarse con una “mujer impura”.

 

Y me golpea porque esas mujeres condenadas, son doblemente víctimas. Ellas fueron mutiladas. La cultura ha hecho recaer sobre ellas la obligatoriedad de someter a sus hijas a la misma violencia, convencidas, sin duda, del deber de hacerlo, de evitarles así un mal mayor. Y pese a todo, ellas son socialmente las culpables, las condenadas. Ellas y  nos los hombres, los padres, los maridos, cuando menos cómplices en la agresión a las hijas.

 

Representan estas noticias esa perversa ironía del patriarcado en que las mujeres nos vemos obligadas a cargar con el cumplimiento de las normas que nos aprisionan, mientras “ellos”, los varones, quedan siempre exculpados, “ignorantes” del trabajo sucio que hacemos… en su beneficio.

 

Asombroso resulta en el primer caso a que he aludido, que el padre haya quedado en libertad sin cargos, cuando el propio testimonio de la niña habla de que ambos la abrazaban, es decir, la sujetaban, mientras era sometida a la mutilación.

 

Si no pasamos absolutamente todas las prácticas políticas, judiciales, educativas, de salud, etc., por el filtro de la perspectiva de género, podemos caer, una y otra vez, en aberrantes injusticias, que tienen como resultado la doble o triple victimización de las mujeres.

 

 

 

 

 











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