ESCRITORAS FEMINISTAS NOVÍSIMAS. 1.


CRÍTICA A LA VIOLENCIA EN PELEA DE GALLOS DE Mª. FERNANDA AMPUERO



En este domingo, y tras muchos días de silencio, quiero traer a
estas páginas a una joven escritora ecuatoriana, María
Fernanda Ampuero, nacida en Guayaquil en 1976 y cuyo libro
Pelea de Gallos, publicado en 2018, compré hace muy pocas 
semanas y literalmente devoré enseguida, dada la fuerza de los
relatos que lo componen.
María Fernanda Ampuero es autora también de dos libros de crónicas: Lo que aprendí en la peluquería y Permiso de residencia En 2012 consiguió el premio a la Mejor crónica del año y fue considerada una de las 100 personas latinas más influyentes en España. En 2015, consiguió el premio HIjos de Mary Shellye, por su relato ¿Quién dicen los hombres que soy yo? En 2016, obtuvo el Premeio  Cosecha Eñe por el relato Ñam y en 2018 el Premio Joaquin Gallegos Lara por su primer libro de relatos, Pelea de Gallos.  


Pelea de gallos, reúne trece relatos que visibilizan y critican de 
manera cruda y realista, la violencia, en ocasiones extrema, que
 subyace tras las aparentemente "felices" relaciones sociales y
 familiares. 
La infelicidad de Ali , aunque aparentemente disponga de todo 
lo que pueda desear; el descubrimiento por parte de dos niñas 
del Monstruo, que no es sino su padre teniendo relaciones 
sexuales con la sirvienta, a la que expulsarán de la casa al día 
siguiente, o la muerte de Griselda, la vecina que hacía las 
tartas de  cumpleaños, y cuya muerte nadie sabrá si se debe a 
un accidente provocado por su alcoholismo, o a las palizas de 
su hija. 

Pero me han impresionado sobre todo los relatos Pasión y Luto
en que la autora se inspira en el relato evangélico y lo reescribe
convirtiéndolo en un potente instrumento de reivindicación del
poder de las mujeres y de crítica de la brutal violencia sexual
dentro del marco familiar. 
 En Pasión conocemos la historia de una niña llena de poderes mágicos que, tras ser apaleada por sus abuelos que una y otra vez le repiten “eres igual a tu madre”, huye de la casa, llevando colgada al pecho la piedra gris de su madre, no sin antes haber puesto al fuego una mezcla de hierbas, raíces y ungüentos. “Cuando encontraron a sus abuelos estaban secos, deshidratados, tiesos como esas culebras huecas que a veces aparecen en los caminos”. La niña-bruja, convertida ya en mujer, recorre kilómetros para encontrar a un hombre especial que predica por los caminos. Ese encuentro la transforma. Se enamora y lo sigue y protege. Es ella quien utiliza los poderes de su piedra mágica para hacer que aparezcan muchedumbres y multiplicar los panes y los peces; ella quien devuelve la vista a los ciegos con el ungüento blanco que oculta bajo su manto y quien para hacer ver a los ciegos y quien utiliza el sahumerio de la vida para resucitar al muerto y aumentar la gloria del hombre a quien las masas consideran el profeta. Sin embargo, no consigue su mayor deseo: evitar la muerte del hombre amado. 
Pero eso no lo ibas a permitir. Trataste de impedírselo, le hablaste del ungüento, de las piedras que fueron alimento, del vino que era agua, de los ojos blancos, nulos de aquel mendigo, del cadáver que anduvo, de la piedra que llevas en el cuello, de las fuerzas que invocaste, infinitamente más poderosas que tú y que él. Pero no te creyó. Te apartó de su lado con violencia -él, con violencia- y te caíste y desde el suelo lo miraste y viste a dios. Ese hombre era tu dios. Y te llamaste mentirosa, te llamaste embustera, te llamaste loca, y él te dijo.
- Apártate de mi vista, mujer.
Pero tras la tortura y muerte del hombre, ella no lo abandona, tras apretar en su mano la piedra y hacer que los cielos se cubran de nubes y una lluvia sin fin caiga sobre la tierra, se introduce en el sepulcro donde espera la llegada de su cuerpo, sabiendo que ella ya lo había salvado de la muerte.
Con tu espalda pegada a la fría piedra, tu cuerpo pálido de moribunda, lo viste levantarse y sonreíste. Llevaba la cuello la piedra gris, es decir, se llevaba tu fuerza, tu sangre, tu savia. La luz que entró en el sepulcro cuando él movió la piedra te permitió verlo por última vez: hermoso, divino, sobrenaturalmente amado.
Él te miró, estás casi segura de que te miró y con tu último aliente -te morías- le dijiste algo, lo llamaste, estiraste la mano. La palabra amor se colgó del techo como una estalactita. Pero él siguió caminando al encuentro de sus fanáticos que gritaban, se tiraban a la arena de rodillas, se cubrían los rostros con las manos.
Y no volvió la vista atrás.

            En el relato Luto, se narra la brutal violencia de Lázaro sobre una de sus hermanas, María. Tras descubrirla masturbándose, Lázaro la somete durante años a ser violada, no solo por él, sino por todos los mozos de la finca, la hace vivir en el establo, en una situación de total sufrimiento y abandono, mientras a Marta le prohíbe proporcionarle ningún alivio. La muerte de Lázaro trae la esperanza de liberación para las dos hermanas, que quedará truncada cuando la vuelta del “hombre bueno” que había visitado antaño su casa, sea la causa de la resurrección del abyecto maltratador y el reinicio de su calvario.




[i] Ampuero, María Fernanda (2018). Pasión, en Pelea de gallos. Páginas de Espuma. Madrid. 



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