POEMAS LÉSBICOS 




En estas fechas de celebración del Orgullo en muchos lugares del mundo, quiero traer a estas páginas varios poemas lésbicos de autoras feministas.




En primer lugar dos poemas de la escritora mexicana Coral Bracho (México, 1951), a la que ya dediqué otra entrada con su poema en defensa de los derecho sexuales y reproductivos de las mujeres, Por eso el estado se encarga de decidir por ella. 

OIGO TU CUERPO.

Oigo tu cuerpo con la avidez abrevada y tranquila
de quien se impregna (de quien emerge,
de quien se extiende saturado, recorrido de esperma) en la humedad
cifrada (suave oráculo espeso; templo)
en los limos, embalses tibios, deltas,
de su origen; bebo
(tus raíces abiertas y penetrables; en tus costas
lascivas -cieno brillante- landas)
los designios musgosos, tus savias densas
(parvas de lianas ebrias). Huelo
en tus bordes profundos, expectantes, las brasas,
en tus selvas untuosas,


ORACIÓN.
Silencio.
Cuando ella abre sus piernas
que todo el mundo se calle.
Que nadie murmure
ni me venga
con cuentos ni poesías
ni historias de catástrofes
ni cataclismos
que no hay enjambre mejor
que sus cabellos
ni abertura mayor que la de sus piernas
ni bóveda que yo avizore con más respeto
ni selva tan fragante como su pubis
ni torres y catedrales más seguras.
Silencio.
Orad: ella ha abierto sus piernas.
Todo el mundo arrodillado.






Un pequeño poema de Cristina Peri Rossi (Uruguay, 1941).Escritora, traductora y activista política, es una de las voces más conocidas y reconocidas en la literatura lésbica. 

 BITÁCORA. 

No conoce el arte de la navegación
quien no ha bogado en el vientre
de una mujer, remado en ella,
naufragado
y sobrevivido en una de sus playas.


De Olga Broumas, poeta nacida en Grecia en 1949 y residente en Estados Unidos, también citada en otra entrada anterior con su poema Cenicienta,  os traigo hoy éste traducido por mi de la versión original en inglés. 

Centro de la ciudad, en medio del tráfico
despierto a tu beso público. Tu nombre
es Judith, tu beso una señal
a los peatones sorprendidos, agrupados
bajo la luz que significa
stop
en nuestra cultura
donde lo rojo es un aviso, y los hombres
se amenazan unos a otros con la frase violencia: me beberé
tu sangre. Tu beso
es para ellos
un signo de traición, innombrables
libertades mientras
cruzamos la calle,
besándonos
contra la luz, cantando. Ésta
es la mujer que desperté del sueño, la mujer que me despertó
a mí del sueño.

Y, por último, este largo y bellísimo poema de la escritora y artista visual chilena Cecilia Vicuña

AMADA AMIGA. 

Las personas que me visitan
no imaginan
lo que desencadenan en mí.
C. no sabe que sueño
con mirarla sin que me vea.
Mientras le echa dulce de camote
al pan parece que juega
con cálices y piedras sagradas, el modo como levanta la mano
para llenar el cuchillo
de mantequilla
es un gesto
donde los mares hacen equilibrio,
donde las mujeres que tienen frío
se solazan.
Tiene oleajes y consecuencias
como una línea en el radar.
Cuando se levanta la falda
para mostrarme el calzón plateado
veo grupos ondulantes de caderas
que repiten la redondez
y la perfección
hasta alcanzar una estridencia
grande.
Anhelo que no se mueva
para alcanzar a vivir en ella,
a respirar y dormir
en esas planicies.
Está tan oscuro el muslo
tan brillante el pelo
que parece habla en otro idioma.
Lo que digo es tan torpe
pero cómo vaya decir:
"Eres tan hermosa"
"Me alegro tanto
de que hayas llegado".

Cuando subo el libro del Renacimiento
donde vemos primitivos italianos
quisiera decirte:
"En esta ciudad te encuentro"
"Tú eres esas colinas"
"Tú las pintaste"
Tus dedos son iguales
a la curva de las aletas
de la sirena
representada en la alegoría.
Pero no es exactamente esto.
Tú eres un país con ciudades
de Lorenzetti


Tú y yo alguna vez
volveremos a esa ciudad.

No sufras porque en este cuadro
dos mujeres se acarician
yo alguna vez te acariciaré.
No te preocupes de que estés envejeciendo,
tú vas a otra clase de tiempo
y yo también.
Aliméntate del relato que me haces
de la copa de vino
cruzando el umbral.
Aliméntate y enjóyate,
no dejes de soñar con el cuadro
del maestro de Fontainebleu
donde una mujer
le toma a otra un pezón:
durante épocas enteras
nadie soltará tu pezón.
Quiero sufrir
enterrarme en ti,
ahorcarte y hacer un hoyo profundo,
donde te empiece a tapar la tierra
lentamente y ver tus colores
podrirse bajo el café.
¿No te gusta tanto la combinación
de violeta y café?
No quería hablarte de la muerte
pero ya que la temes tanto
¿cómo no voy a hablar?
Es escaso el tiempo
que tenemos para vernos
y conversar.

Me gustaría ser hombre
para seducirte y obligarte
a que abandones tu casa
y te olvides de todo,
pero esta idea no me gusta.
Separados y solitarios
los hombres siempre están fuera
y nada necesitan con más urgencia
que estar dentro.
probar alguna tibieza,
altas y baja mar.

Estoy cansada de ti
Nunca te dejas llevar,
me gusta más que no lo hagas,
cuando lo haces
parece que el corazón te va a estallar
te va a florecer
te va a doler.

Es de mí que me canso.
Deseo verte nada más
que te enamores de otros
y nunca te apercibas de mí.
Cuando te vistes con camisa de franela
y calcetines de lana
por una semana
y te afeas y avejentas
para morir un poco
quiero estar cuando resucites
y seas una gloria de ojos húmedos
y oscuros.
Quiero ser un indio
que está escondido en las montañas
y nunca viene a las laderas
porque todo le duele.
Iluminarme con mis propias luces.
Naciste del cruce
de tu madre con la muerte,
ni siquiera en la infancia
habrás sido rosada.
Los qué hacen el amor contigo
creen que nunca regresarán
que se van a hundir
que les vas a tejer
una tela húmeda en la espalda
y como es probable
que tengas conexiones
con la boca de los volcanes
por ahí tirarás a tus amantes
y si ellos se liberan
es porque te compadeces.
Te tengo miedo
porque no puedes mirarme
como yo te miro
no puedes amarme
como yo te amo
no puedes ni siquiera
desear acariciarme
y vivir algún tiempo conmigo
haciéndome peinados góticos
o pidiéndome que revuelva el té
con la punta de mi pezón.
Tu lado humano
no está a la altura
de tu lado bestial.
Algunos te imaginan dueña
de regiones orgullosas
y llenas de daño,
pero los que te han visto
con fiebre
o en épocas de menstruación
te aman muy en contra
de tu voluntad
si es que tienes voluntad.
Solamente una intensidad
le da poderes a tu vida
y la muerte se ve acabada
por fuentes peludas
y calientes miradas.
Qué daría la muerte
porque no tuvieras
esos ojos redondos
ni esos senos
ni esos muslos
para dominarte
envolverte y guardarte
de una vez por todas.

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